350_don-quijote-y-sancho-panza(Antonio Serrano Santos) El tú es más íntimo y personal. El usted es una contracción del plural, singularizado, del arcaico vuesa merced o vuestra merced, usado también en plural: vuesas mercedes o vuestras mercedes, hoy, usted o ustedes. Es de uso respetuoso y distanciador. El nos, pronombre-contracción del plural nosotros que, usado así, sin adjetivos, denota o máxima autoridad civil o eclesiástica. Es un plural mayestático. El vos, también pronombre contracción arcaico, de vosotros, utilizado para dirigirse a una persona ( singular) con verbo en plural: “ vos sois un hombre bueno”, por ejemplo. Tanto el nos como el vos ya va decayendo su uso, como arcaicismos, y sustituidos por yo y usted . Es curiosa la costumbre inveterada en algunos países, como Argentina, donde a los menores se les llama de vos y entre adultos se usa el tú.

El vos, usado en las oraciones dirigidas a Dios y a los santos, está desapareciendo y supliéndose por el tú que, conservando el respeto, acerca más a la intimidad afectuosa como la de un hijo con su padre, según el deseo y mandato de Jesucristo: “ Vosotros, cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás(Tú)en los cielos…” Con lo que desecha todo protocolo y palabrería con Dios. Hoy, salva raras excepciones, en la enseñanza, se está extendiendo el tú de los alumnos con sus profesores. Algunos de éstos últimos lo quieren así y dan pie a ello. Quizás para dar más confianza a sus alumnos como en las familias de hoy los hijos tutean a sus padres, lejos ya de las familias que aún perduran en las zonas rurales, de llamar de usted a los padres y abuelos. Hay, ciertamente, un peligro en el tuteo escolar o universitario, y lo digo por mi larga experiencia en la enseñanza Lo que decía Don Quijote a Sancho: “ Sancho, la mucha confianza con el siervo engendra desprecio hacia su señor”. “ Mutatis mutandis”, es lo que puede suceder, y no es infrecuente que suceda, entre alumnos y profesores.

Y ésta puede ser una de las causas principales de la pérdida de autoridad del profesor, de lo que se queja hoy tanta gente, a lo que se une, también, el deficiente respaldo que hasta ahora han tenido los docentes desde las altas estancias educativas que han tenido que calificar la agresión a los docentes de atentado; porque también se da, en menoscabo de esa autoridad, la actitud de padres defendiendo a sus hijos frente a sus profesores. Llamar al profesor por su nombre de pila: Antonio en vez de Don Antonio, Francisco( o Paco ), por Don Francisco, etc. es, salva la buena intención o respeto en algunos casos más bien pocos, desposeerle de un título adquirido durante años que le da al docente prestigio y sabiduría, que no debe ser soberbia, y derecho a reconocérsele, frente o junto al discente, que debe guardar, sin sentirse por eso humillado, los límites que establecen la edad, la condición y méritos humanos. Hay profesores que llaman de usted a sus alumnos, aún siendo menores, y ellos lo mismo a su profesor. Y no impide, más bien al contrario, una confianza y hasta cierta amistad entre ellos. Por último, el uso del vos en las oraciones a Dios y los santos, está despareciendo ya que tiene unas tristes connotaciones medievales de temor servil, de uso protocolario más que de amor y confianza. “Este pueblo me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mi”, se queja Dios por boca de su profeta.

El Padre nuestro nos “ provoca” a usar con Dios la audacia de tutearlo con amor absoluto y confianza filial. Y eso es, con estas palabras del Papa Francisco, lo que se llama “ piedad”: “Piedad no es tener lástima de alguien. Piedad, no tiene el sentido superficial con que, a veces, la utilizamos: tener lástima de alguien. No, no tiene ese significado. Como don del Espíritu Santo, se refiere, más bien, a nuestra relación con Dios, al auténtico espíritu religioso de confianza filial, que nos permite rezar y darle culto con amor y sencillez, como un hijo que habla con su padre. Es sinónimo de amistad con Dios, esa amistad en la que nos introdujo Jesús, y que cambia nuestra vida y nos llena el alma de alegría y de paz. Este es el don que nos hace vivir como verdaderos hijos de Dios, nos lleva a amar también al prójimo y a reconocer en él a un hermano. En este sentido, la piedad incluye la capacidad de alegrarnos con quien está alegre y de llorar con quien llora, de acercarnos a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir al que yerra, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad”.