(Francisco Javier Zambrana Durán – Alhaurín de la Torre)

»Los árbitros pueden hablar con los medios de comunicación, pero eligen no hacerlo». Antonio Jesús López Nieto lo tenía claro. De hecho, siempre lo tuvo. El árbitro elegía hablar o no, pero sabiendo lo que le auguraba, mejor era callar.

El periodismo acosa al árbitro, lo malviste de Diablo, lo convierte en ese componente del terreno de juego que podría caer en el olvido de no ser por sus fallos. »Solo eres notable en arbitraje con los errores, nunca con los aciertos», decía el excolegiado.

Y es que, el forofismo acusado por parte de todos los entendidos en la materia ha terminado por traspasar fronteras. Ya no se habla del periodista que narra el suceso, sino del que mejor defiende a su club, que trata de justificar lo que días más tarde será flor marchitada. Así se vive en la profesión del literato obligado a construir la realidad. Lo más comprensible es que los jueces del verdadero deporte no accedan a ello.

Siempre se juega y se jugó con el sensacionalismo, pero los límites actuales se han terminado por llevar la tradición del New Journalism al extremo máximo. »Ahora se busca al periodismo caricaturesco cuando antes se ocultaba del equipo que uno era», comenta López Nieto defendiendo la figura del periodista riguroso, aquel que sirve de ejemplo peculiar de la profesión.

En un mundo repleto de crisis, de canutazos que cualquier becario puede realizar para que el veterano de la redacción pueda contar sus opiniones a un público masificado y racionado que tiene muy claro que en su medio X oirá lo que le plazca, no queda hueco para el árbitro. No se prestará jamás aquel que decide, que toma la batuta, que representa la rigidez y la frialdad, sin importar el momento que sea.

La manipulación está presente en los medios, por si a alguien todavía le quedaba el mínimo atisbo de duda, pero son los periodistas los que se pueden abstener de ella. Es el que se muestra abierto a recibir todo tipo de opiniones e informaciones aquel que más adeptos de calidad consigue. La figura del que informa y comunica sirve de filtro, no de intermediario. Nieto, en cambio, tiene bien clara cuál es su función: »El arbitraje debe valorar que el periodismo es parcial. Es fundamental vivir en la élite con la cabeza limpia».

El colegiado, a diferencia de la figura del periodista deportivo modelo actual, trabaja sin camiseta, con sus decisiones adecuadas o inadecuadas de por medio. »Yo voy al foro donde se me vaya a escuchar, pero no donde me obliguen a opinar algo sobre un tema con lo que no estoy de acuerdo», sentencia López ante la pregunta del arriba firmante.

No frecuenta medios, no suele estar presente en tertulias como otros compañeros a los que respeta plenamente, pero cuando lo hace demuestra la profesionalidad necesaria de la élite. Quizá el periodista podría entablar conversación con este colectivo de no ser porque su labor es desempeñada con el corazón, y no con el cerebro.

Claro, siempre queda algún árbitro que habla con el periodista.