(Esperanza Mena) Dicen que del amor al odio, solo hay un pequeño paso, y  estoy de acuerdo con esa afirmación, y si no, fijaros en la cantidad de personas mayores que después de haber convivido más de 40 años con una misma persona, decide que se quiere divorciar.

¿Y tú te preguntas, por qué ahora? Yo os doy la respuesta que creo es la correcta.

Una se casa enamorada hasta las trancas y todo parece un sueño, si algo no nos cuadra, siempre le buscamos una disculpa, ¡Está cansado, ha tenido una mala noche! Y así un día y otro van pasando los años, y al final sale el otro yo que todos llevamos dentro, y decide que no quieres seguir viviendo con la misma rutina.  Te das cuenta  de que llevas media vida con una persona que ni siquiera has llegado a conocer, pues con el paso de los años llega a salir la verdadera identidad que cada uno lleva oculta;  es cuando el nido se queda vacío y ya no nos queda nadie por quien luchar, estamos solos frente a frente, sin casi nada que decirnos.

Ese es el motivo principal bajo mi punto de vista, para un divorcio a los casi 80 años, ya se ha dicho todo, y solo quedan las quejas, pues la pasión hace mucho que desapareció;  ya sé que es ley de vida pero, ¡qué pena que un amor tan puro  se convierta en odio!

A veces, es un  odio tan grande que para hacer daño al otro, son capaces de matar a sus propios hijos… Señor, ¿A dónde vamos a llegar por este maldito odio? ¿No será mejor que lo poco que nos quede de vida, la hagamos juntos y felices?  Eso es lo que yo hago, disfrutar cada día como si fuese el último de mi vida.