(Antonio Serrano Santos) Este artículo me lo han sugerido estas palabras de un querido antiguo alumno mío. Sé que no se molestará porque ya lo hizo público en los medios. No es una referencia ni una respuesta personal; sólo es un tema que me ha parecido oportuno y digno de analizar y de tratar, dirigido a cualquiera que lo lea o a quienes piensan o se sienten como lo que dicen estas palabras. Y puede que tengan su explicación aunque no su razón, y diré por qué. Dicho esto con respeto y pidiendo perdón si a alguien le resulta molesto o se siente aludido.

Es bastante significativo que hay personas que ya no creen en los hombres, en la Humanidad. Han pasado por tantas experiencias ingratas, dolorosas, desengaños, traiciones, mentiras y desamor, que han perdido la fe en la bondad humana. Y ya que se menciona a Dios como único en quien se puede creer, confiar y esperar, podemos decir que Dios sí parece que cree en el hombre, en la Humanidad. Porque  El sí ve  en los hombres, y hasta recibe en sí mismo,  toda clase de ingratitudes, traiciones, falsedades, desamor, ofensas, mentiras, crímenes, maldades inauditas, y todo el horroroso mundo de los genocidios, matanzas de inocentes…Y, en vez de destruirlos, como haría la impaciencia humana, increiblemente, espera.

No hubiera escrito este artículo desde el punto de vista de la fe si no se hubiera mencionado a Dios. Porque, para demostrar que hay hombres dignos de creer, sin recurrir a la fe, bastaba una lista, que la hay larguísima, de hombres, y mujeres, muy dignos de ser creídos, y no sólo por sus palabras, sino por sus acciones, sus obras. La fe, la religión, no tiene la exclusiva de la bondad, y si se dice que para ser bueno no es necesario ser cristiano, sí que la fe, que supone amor y esperanza, no el fanatismo o la beatería, garantiza y da sentido a la bondad y a la vida. Por lo que, en ese sentido, sí que, por contra, hace falta ser bueno para ser cristiano. La Historia está llena de ellos y de ellas. Y se pueden ver en los medios sociales, en libros, antologías, del pasado y actuales. No hace falta ponerlos. Baste, con lo expuesto aquí, para aclarar y razonar lo que, con toda seguridad, fue dicho sin una verdadera intención de desconfianza general de la Humanidad, sino de un desahogo y afán sincero y deseo de que pueda decirse de todos los hombres que vale la pena creer en ellos, si lo demuestran, cada uno, sobre todo, en el encuentro con el que así siente y dice.

Por lo que decir” Creo en Dios y no en los hombres”, es muy relativo. Además, sí que hay hombres y mujeres dignos de crédito. No se puede, no se debe generalizar. Hay personas que dan su vida por amor a los demás. Que es la mayor prueba de credibilidad y de verdad. Hay muchísimos ejemplos , sin recurrir a la fe, a la religión; una lista larguísima. Esa expresión de no creer en los hombres y sí en Dios, es más visceral que racional. Puede ser fruto de amargas experiencias personales, dadas en algunos casos concretos; y haya servido de desahogo. Es como cuando alguien, por ejemplo,un profesor, un médico,etc.nos trata mal y saltamos, sin más: “ Todos son iguales!”Y, lógicamente, no es, no puede ser así.

También, esas palabras pueden ser,digo pueden, no que lo sean, una desconfianza y, por tanto, una falta de amor. Y, si se trata de un creyente, un cristiano y católico, en especial, tendría que recordar las palabras del apóstol San Juan, el evangelista, que son reflejos de las de su Maestro, el Señor, Jesús: “ Si dices que amas a Dios ( que supone creer en El) y no amas a tu hermano (prójimo, el hombre) no eres sincero. Porque si no amas a tu hermano, a quien ves  ¿cómo vas a amar a Dios, a quien no ves? Eso, teniendo en cuenta, también, el mandato: “ Amad ( que no significa sentir afecto, sino no desearle ningún mal) a vuestros enemigos, rezad por ellos, y no los maldigáis”.

Y Dios sigue creyendo en el hombre. Porque vemos que su paciencia no tiene límites.”La paciencia de Dios es nuestra salvación”. Le llamamos Padre, como Jesús nos enseñó. Entonces, se explica que, como Padre, espera el regreso del hijo pródigo, la Humanidad pródiga, los hombres alejados del bien y del amor, para abrazarlos y cubrirlos de besos. El amor de Dios no es como nuestro amor. La “ fe” de Dios en el hombre no es como la nuestra. Increible, nos parece, que Dios crea en el hombre. “ Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. “Tanto amó Dios al mundo que envió su Hijo, no para condenar al mundo, sino para que se salve por El”.  Y tanto es así, que eligió, por medio de su Hijo,Jesús, a hombres, no a ángeles santos y puros, sino a hombres débiles, que, por muy indignos que fueron, son y sean, pueden, en su nombre,no en nombre propio, pues ellos también necesitan el perdón de otros como ellos,  perdonar los pecados, consagrar su Cuerpo y su Sangre, predicar el evangelio, bautizar, asistir al matrimonio, a los moribundos y enfermos. Y de tal manera, que, para que tuviéramos la completa seguridad de lo que recibimos,sobre todo, el perdón de los pecados, no deja de recibirse por más indignos que sean los que administran los sacramentos. No quiere decir que sean todos indignos o vivan en pecado, porque hay muchos más, que son buenos y santos; sino que en esos casos de indignidad, no quiere Dios que, por ese motivo falte al hombre los medios para su salvación y vida cristiana. Hasta ese extremo nos ama Dios.