Desi: Sobre junio o julio del 2010, y por motivos que no vienen al caso, dejé mi anterior puesto de trabajo. A vista de mis amigos y familiares más cercanos, un gran error ya que dejaba tras de mí un puesto con responsabilidad, personal a mi cargo y lo más importante: un puesto fijo, de esos que todo el mundo quería tener y que parecía tan difícil de conseguir. Dos años después, y en plena crisis, la mayoría de la sociedad acepta que, por mucho que lo ponga en tu contrato, no estás fijo en ninguna empresa y nadie es imprescindible, por mucho que tengas a cincuenta o cien personas a tu cargo, pueden cambiarte por otra persona, e incluso prescindir de tu puesto en cualquier momento. Son las incongruencias de las grandes empresas, te hacen sentir importante para fidelizarte como trabajador pero es todo simplemente un espejismo, no eres más que una ficha en el tablero y un número en sus balances.

Pues bien, por primera vez en ocho años estaba ante la necesidad de encontrar un nuevo puesto de trabajo, de reinventarme y reciclarme, palabras que se han puesto muy de moda en el ámbito laboral a día de hoy. Todo el mundo te invita a cambiar de profesión, como si la solución a la crisis pasara por que el fontanero comience a hacer de electricista y el electricista de fontanero, ¿cómo no se nos habrá ocurrido antes? Todo lo que tenemos que hacer es comenzar a intercambiar nuestros roles en la sociedad, si te has pasado la vida vendiendo pan ahora lo que tienes que hacer es vender zapatos, y si vendías zapatos invierte en un buen horno para dar pan calentito a tu barriada. Si señores, si es que hasta lanzaron una campaña publicitaria cuyo título era “Esto sólo lo arreglamos entre todos” animando a cualquier hijo de vecino a reciclarse.

Pues bien, con este maravilloso marco te planteas ¿y yo qué hago?, al principio tienes la esperanza de encontrar un trabajo normal, de esos que entras a las ocho de la mañana, y cuando llega tu hora te vas a casa, sin más complicaciones que la de hacer lo que el jefe te diga y cobrar tu nómina a fin de mes. Pero van pasando los meses y ves que no lo encuentras, y después de un tiempo te planteas montarte por tu cuenta. Así que un día llegas a casa de tus padres y sueltas la noticia.

–          Mamá me voy a hacer asesora tuppersex
–          ¿tupper qué? – pregunta mi madre con curiosidad
–          Tuppersex
–          Y ¿eso qué es? De vender los tuppers esos, los de la tortilla y para congelar ¿no?
–          Más o menos, mamá – hago una pequeña pausa para ganar tiempo e intentar explicarlo de forma clara – pues mira, es como las reuniones en las que antes las mujeres vendían cremas y maquillajes pero con cositas eróticas, ya sabes, con lencería, y cremitas y cosas de esas.
–          Tú estás chalá perdía – me dice, riéndose porque en el fondo no se lo cree
–          Mamá que va en serio –dije con firmeza-  que hay que reinventarse y cambiar de sector porque si hacemos siempre lo mismo nunca saldremos de la crisis, y yo estoy decidida a salir adelante y conseguir mi sueño.
–          ¿Y desde cuando es tu sueño vender consoladores?
–          ¡MAMÁ! – protesto – no sólo son consoladores, hay muchas más cosas, además – empiezo a utilizar un tono de voz serio, para darme cierta importancia – no es que sea mi sueño ser asesora tuppersex, mi sueño es ser independiente y no dejarme explotar por un sueldo mísero. Seguramente trabajaré más horas y ganaré lo mismo o menos que para una empresa, pero al menos no aguantaré a nadie que me diga lo que tengo que hacer, y eso es muy importante para mí.
–          Bueno, si ahora te ha dado por ahí, bien pero – me mira fijamente –no se lo digas a tus abuelos, porque es que a los pobres te los cargas, que ya sabes cómo son.
–          Pues he puesto un rótulo en el coche.
–          ¿Has hecho qué, en tu coche? – pregunta con los ojos muy abiertos.
–          Pues he puesto un rótulo con letras muy grandes que pone “Reuniones Tuppersex www.malagatuppersex.es y mi teléfono” – mi madre abre cada vez más los ojos – pero es muy bonito… – le dije intentando tranquilizarla – es rosa fucsia y queda muy bien sobre la chapa negra del coche…
–          ¿Y David qué dice? – me increpa
–          Él nada, de hecho ya me está diseñando las tarjetas.
–          Ains!… – suspira mi madre – bueno, si es lo que quieres allá tú y que sea lo que Dios quiera.