(Antonio Serrano Santos) SIGLO  XXI, Don Quijote rompe una lanza en defensa de las mujeres maltratadas

-Parecerme ha, amigo Sancho, que un gran encantador nos ha traído, a través del  tiempo y del espacio, a estas tierras donde nos esperan hazañas nunca vistas ni imaginadas, con las que honrar a la, sobre bellas, siempre bella Dulcinea del Toboso.

  • Mire, mi señor Don Quijote, si no saldremos con las costillas apaleadas, como en tantos lances en los que vuestra merced nos ha metido.
  • El arábigo historiador de mis hazañas, y, también, de tus sandeces y cobardías, escudero mentecato, Cide Hamete Benengeli, dejó como obra póstuma éstas, mis postreras, en estas extrañas tierras..
  • Noramala se haya ese Hamete Berenjena que pudo estarse quedo y a nosotros dejarnos en paz. Que ya extraño a mi oíslo, canso a mi rucio y deseo ver a mi Sanchica. Por más que en estos lugares veo cosas que ni soñadas.
  • Naturalmente eres cobarde, Sancho. Pero no te espantes de lo que veas, porque todo es obra de ese encantador que nos trajo aquí. Todo es encantamiento.
  • Pues mis costillas y mi manteamiento me dicen bien a las claras que no fueron encantamientos, sino reales y muy reales. Por lo que no me fío de sus avisos y sí de mis ojos para ver y de mis piernas para correr.
  • Aquesta que parece ventana a la que nos acercamos, Sancho, no lo creas si así te lo parece. Que no es sino un castillo encantado.
  • ¿Pero que encantador ha hecho que en una ventana se vean tantas figuras de hombres y mujeres, como estoy viendo, en rarísimo atuendo, y esos artilugios nunca vistos y esa música endiablada? Si no estoy soñando, pecador de mi.
  • Televisión la llaman, que así está escrito en la mesma entrada.
  • ¿Y eso qué es, por mi fe, que jamás oí tal palabra?
  • Está compuesta de dos. La una es griega y quiere decir lejos. La otra es latina y significa ver. Lo que, en conjunto, Sancho, nos indica que se ve desde lejos. Estas figuras que viste son las de hombres y mujeres  que están lejos. No están ahí en esa ventana como tú, en tu ignorancia, así la llamas.
  • ¡ Válate el diablo por caballero andante, que tantas cosas sabes! Yo pensaba en mi ánima  que sólo podía saber aquello  que tocaba a sus caballerías, pero no hay cosa donde no pique y deje de meter su cucharada. (Murmuró Sancho esto, por lo bajo).
  • ¿Qué murmuras, Sancho?
  • No murmuro nada, señor, sólo que a mi no se me da un ardite de lo que digan o hagan esos hombres y mujeres, mientras no estén cerca, yo los vea y palpe y sepa, por más ciego que estuviere, que tienen el mismo cuerpo  con que mi madre me parió.
  • No ha de ser así, botarate. Mira cómo llora esa infeliz doncella y las señales de los malos tratos en su afeado rostro, que, por lo que se infiere, debió ser de gran beldad.
  • ¿Qué malos tratos?
  • ¿ No oyes cómo se queja y culpa de ellos a su marido? Sin duda que ese encantador nos presenta una víctima a la que mi esforzado brazo debe proteger y hacer pagar caro la felonía del que así la ha maltratado.
  • Mire vuestra merced, mi señor Don Quijote, que el malhadado encantador ha asomado a esa ventana, o lejos visión, o como la llame el diablo, muchas mujeres, tantas, con las mesmas feridas y rostros desfigurados que la primera. Y esto me huele a mi a engaño. Lo mejor es escapar antes  que nos pongan a nosotros como chupa de dómine.
  • ¿ Ahora, cobardón, ahora quieres huir, cuando la fortuna nos pone a mano la mayor y más venturosa hazaña de todas las que hasta aquí he hecho’ ¿Por vida de…hideputa! ¿Es que a ti, indigno escudero, te parió, acaso, una cabra y no  una mujer? ¿Es que no ves en esas infelices maltratadas a tu Teresa Panza y a tu Sanchica?
  • Pues qué, mi loco señor, ¿es que va a acometer a esos hombres que están lejos, que no están ahí, como vuestra merced dice? ¿Dónde los va a encontrar?
  • ¡Hasta de debajo de la tierra los he de buscar! Y no dejaré ni uno. Y luego de vencidos, humillados y conseguido su arrepentimiento, los mandaré a rendir pleitesía a mi señora Dulcinea. Y tú serás quien le lleve mi carta y te asegurarás de que estos malvados caballeros así lo hagan.
  • ¿Qué carta, señor de mis pecados?
  • Esta, y apréndetela de memoria que te la daré al ditado, y la llevarás cuando haya acabado la gran empresa que te he dicho.

Carta de Don Quijote a  su señora Dulcinea:

“Señora y dueña de mis pensamientos: mi corazón, cautivo de la vuestra fermosura y nobleza, tiembla de gozo sólo al pensar que rozaréis mi carta como si fuera mi piel, que esos vuestros ojos llorarán perlas que quisiera beber con mis sedientos labios; que vuestra ausencia me mata  de añoranza  y vuestra presencia me mataría de amor.

Tened compasión de mi, mi amada y dulce enemiga. Toda mujer que veo me recuerda  y me parece mi Dulcinea. Las que mi zafio escudero  dice ser  ventera, dueña, criada, y yo, duquesa , princesa o reina..Todas son para mi la misma.:el aliento de mi vida, la ilusion de mi alma, la razón de mi existencia, lo que da esfuerzo a mi brazo: vos, mi eterna Dulcinea. Os mando a esos vencidos caballeros, a los que acompaña mi fiel escudero con mi carta. Tienen que rendiros  todo el honor y desagravio que en vos recibirán todas esas mujeres que ellos han maltratado. No seais blanda con ellos, puesto que son hombres, o eso dicen ellos. Mandadles en penitencia los mayores castigos que  una mujer sabe dar, sin que, por eso,  sean injustos; que los hay reparadores del honor  sin ser venganza, pero sí justa compensación de ese honor maltratado. Esta es, para vuestro caballero, la mejor y última hazaña. La que más ha merecido mi esfuerzo. Y lo que me ha confirmado en ser caballero andante, deshaciendo entuertos, liberando doncellas y venciendo malos caballeros, es vuestro amor que se mantiene todavía platónico  y continente hasta que merezca , por vencer a los maltratadores,  y mal llamados caballeros, ser digno de gozar de ese vuestro amor, mi dulce Dulcinea..

     De vuestro rendido caballero, Don Quijote de la Mancha.

Así, con esta redundancia en la dulzura, termina su carta el Caballero de la Triste Figura.

  • ¿Y piensa vuestra merced, mi señor Don Quijote, que tantas palabras cultas y lindezas de caballero andante, leído y lleno de letras, caben en mi caletre ni sabré decirlas igual a esa mi señora Dulcinea de mis pecados?
  • No seas majadero, Sancho, Que como buen escudero de tan alto señor a quien sirves, lo harás bien. Eres rústico, pero no tonto.¿O acaso no tienes memoria para tus infinitos refranes? Y, a veces, puede que, de tanto escucharme a mi, tengas más letras que las que corresponde a tu condición.

Sancho, algo envanecido por la alabanza de su señor, comenzó a repetir, en voz baja, lo que él creyó  era el contenido de la carta. Y, rezagándose para no ser oído, cabizbajo, al paso de su asno, rezongaba, repitiéndose, una y otra vez:

“Señora de mis penas, al pensar que vais a tocar  mi carta se me pone la carne de piel de gallina. Si lloráis, limpiaos los mocos, como es propio de persona limpia. Estos caballeros que os mando con mi leal escudero Sancho Panza han tratado mal a sus mujeres. No hagáis mucho caso de su arrepentimiento porque volverán a maltratarlas. Dadles garrote vil y, si no podéis, manteadlos, al menos, que será  un buen mareo y escarmiento por lo que yo me sé (aquí un “lapsus mentis”, de Sancho). Porque la justicia es muy lenta y nadie osa acusarlos. A mi buen escudero dadle un buen regalo que algún día será caballero y gobernador de una ínsula.

Añadió esto último, engañándose, a sabiendas de que era eso lo que creía recordar. Y, espoleando su jumento, lo emparejó con Rocinante, sonriendo socarronamente.