(Felipe Córdoba UPyD) Hace casi diez años siendo presidente de la Generalitat el socialista Pasqual Maragall este aseguro en el Parlament que el «problema» de CiU «se llama tres por ciento», en una alusión a un supuesto cobro de comisiones en la adjudicación de obras, una acusación que el líder de CiU, Artur Mas, exigió que retirara para no poner en peligro «la legislatura» y la reforma estatutaria.

Esta afirmación, que en la cámara catalana se interpretó como una alusión a supuestos cobros en el pasado de comisiones en la adjudicación de obras públicas, fue finalmente retirada por el presidente de la Generalitat a petición de Mas porque «Catalunya tiene ante sí cuestiones muy importantes», con una alusión directa a la reforma del Estatut, que necesita del aval de Convergència.

La referencia de Maragall «al tres por ciento» en la adjudicación de contratos de obras públicas solivianto a Mas, quien le contesto: «Usted ha perdido completamente los papeles». Mas recordó a Maragall que «no olvide» que, en los próximos meses, entre PSC y CiU «hemos de hacer cosas muy importantes al servicio de este país (…) y para ello es muy necesario que entre ustedes y nosotros siga existiendo un cierto círculo de confianza política, que no es de amistad, de intentar hacer cosas juntos al servicio de nuestro país. Le pediría que no se rompa». «Pero con su última intervención esto se rompe definitivamente. Usted manda la legislatura a hacer puñetas, supongo que es consciente», señalo Mas, quien finalmente pidió a Maragall que «retirara su expresión (sobre el tres por ciento) y así podamos restablecer este mínimo de confianza que el país necesita».

Ante la amenaza de romper el consenso para reformar el Estatut, Maragall  accedió a «atender la demanda» de Mas, aunque, añadió, «lo hago por una sola razón, que interesa mucho al país, y es que Catalunya tiene de ahora en adelante cosas muy importantes que hacer, y espero de usted y de su grupo que estén en condiciones de cumplir su parte de obligación en los meses que vendrán, en los que se jugará el Estatut de Catalunya, la Constitución Española y, en buena medida, nuestro futuro».

Mas agradeció «esta rectificación», de la que ha dicho que es «buena» y «no humilla en absoluto» al presidente catalán, aunque ha insistido en que «si en algún momento ustedes tienen alguna sospecha de lo que sea, hagan el favor de hacer aquello que se ha de hacer, vayan a los tribunales y presenten las demandas que hagan falta». «Pero dejen de extender por todas partes la sombra de la sospecha, porque ustedes no lo pueden hacer por trayectoria y no lo han de hacer sobre todo mirando hacia el futuro», agrego.

Según los hechos parece que hubo un «pacto de silencio» entre el gobierno catalán y CiU para evitar que se investigara el presunto cobro de comisiones en la adjudicación de obra pública en Cataluña. Mientras parte de la oposición (ERC e ICV) había «mirado hacia otro lado».

La diputada de UPyD Irene Lozano lo explica muy bien cuando habla de la institucionalización de la mordida. Cuando Maragall le espeta a Mas: “El problema de CiU se llama 3%”, no se está refiriendo a la comisión de una obra, a una recalificación ni a una concesión irregular. Se refiere a la corrupción minuciosa y sistémica instaurada por el clan Pujol, ésa que ahora confiesa el ancianito.

 

Maragall se dio cuenta de que arremeter contra la estructura corrupta del nacionalismo catalán es atentar contra sí mismo. Si uno está en política, se llama a sí mismo socialista y no denuncia políticamente una corrupción medular como ésa, sólo puede deberse a un motivo: la certeza de que “fer país” es mejor negocio… Mas lo explica con su sintaxis de extorsionador: en los próximos meses, entre PSC y CiU, asegura, “hemos de hacer cosas muy importantes al servicio de este país” (huelga aclarar que “este país” es Cataluña).

 

En efecto, el Estatut alborea. El nuevo hito de la patria y la libertad, la tierra de promisión del nacionalismo catalán se comienza a edificar sobre un inmenso sepulcro, donde la corrupción queda enterrada. El suegro extorsionador, el hijo chantajista, el cuñado minucioso que toma el apunte contable cuando cobra el clan, la esposa despectiva con los mismos charnegos a los que están robando… Todo resulta repugnante, pero queda sepultado bajo “el servicio a este país”. Cualquiera de nosotros pensaría que no hay mejor servicio a un país que limpiarlo de corrupción, conflictos de intereses, despilfarro, fraude, prevaricación…

 

Maragall y Artur Mas –o sea, el Gobierno y la oposición, reparen en este detalle- opinan justo lo contrario. Pactan esos cimientos putrefactos y el oasis vuelve a la calma. Mas comprende que el proyecto nacional permite ocultar el pornografiado saqueo del ciudadano catalán, ése cuya menestralidad y singularidad nunca se deja de elogiar. Funcionó, y él lo guardó en su memoria. Cuando años después llegó la crisis, y debía aplicar brutales recortes sin acabar con la corrupción ni mejorar la gestión, sólo tenía que aplicarlo de nuevo. Todavía algunos se preguntan por qué culpa de todo a España. El ancianito ha dado algunas claves.

 

Aquel trance le sirvió para convertir el problema de CiU en el problema de Cataluña. Años después, frente al pelotón de la Diada, decidiría convertir el problema de Cataluña en el problema de España. Nos lo tiene listo para noviembre. Sin embargo, el hecho diferencial queda reducido a escombros: Suiza es la gran patria de todos y los ladrones roban uen cualquier lengua.

Felipe Córdoba (Resp. de UPyD Política Municipal en Alhaurín)